jueves, 24 de enero de 2019

LA NIEVE

                                                                    LA NIEVE 
                                                          En el mesón al campo abierto
                                                        se ve el hogar donde la leña humea
                                                        y la olla al hervir borbollonea.


       El cierzo corre por el campo yerto,
  alborotando en blancos torbellinos
la nieve silenciosa.

              La nieve sobre el campo y los caminos,
  cayendo está como sobre una fosa.

     Un viejo acurrucado tiembla y tose
  cerca del fuego; su mechón de lana
la vieja hila, y una niña cose

verde ribete a su estameña grana.

   Padres los viejos son de un arriero
que caminó sobre la blanca tierra,
y una noche perdió ruta y sendero,
  y se enterró en las nieves de la sierra.

   En torno al fuego hay un lugar vacío
  y en la frente del viejo, de hosco ceño,
como un tachón sombrío
tal el golpe de un hacha sobre un leño.

La vieja mira al campo, cual si oyera
pasos sobre la nieve. Nadie pasa.

Desierta la vecina carretera,
desierto el campo en torno de la casa.

   La niña piensa que en los verdes prados
ha de correr con otras doncellitas
en los días azules y dorados,
cuando crecen las blancas margaritas.

Antonio Machado 

sábado, 12 de enero de 2019

"LAS ABARCAS DESIERTAS" MIGUEL HERNÁNDEZ

                                    

                                                LAS ABARCAS DESIERTAS

Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda la gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.


                                  



   

miércoles, 2 de enero de 2019